domingo, 15 de marzo de 2009

PREGÓN DEL SEÑOR DEL RESCATE.

Trinitario o agustino.
De la Magdalena, en Gracia;
escapulario en tu pecho,
leones sobre tus faldas,
nimbo se sabor antiguo,
una melena estañada.

Manos que en el diccionario
debieran tener entrada
para explicar castellano
diciendo qué es la elegancia.

Paso escueto y armonioso
de unos pies a donde marchan
los manojos de suspiros
que son besos que se lanzan
desde hace casi tres siglos
y que buscan la esperanza
en ellos, pues sólo Él,
como puede, puede darla.

Trinitario o agustino,
que dos Órdenes se afanan
en escrutar lo sublime
de tu sublime mirada.

Tu mirada, (me olvidaba)
porque miras de verdad;
y mirándote se halla,
una paz que tanto sabe
de la clausura eclesial.

Y tu cara y sus misterios
en forma de bofetada.
Una violácea huella,
una herida purpurada,
una maldita blasfemia,
una ignominiosa mancha
en medio de tu mejilla
se ha convertido en plegaria.

¡Qué jamás golpe como ese
tendrá tan teológica carga
que tu bello cardenal
sobre tu dermis sagrada!

Trinitario o agustino,
eres flamígera llama
que consume en devociones
a quien llega hasta esta Casa.

A quien te procura ver
sobre tus caobas andas;
a quien busca en tus perfiles
ahogar sus miedos y cargas;
a quien se perdió y procura
asirse a Ti, que eres ancla,
que eres timón que gobierna
y vence las marejadas,
que eres aún siendo en madera
el consuelo, amparo y gracia,
que eres el Alfa y Omega.

Dios de condición humana,
que el Padre, que tanto quiere
a esta ciudad de la Alhambra
valiéndose de don Diego,
un Mora más de la saga,
¡te bajó del mismo Cielo
para gloria de Granada!



DAVID RODRÍGUEZ JIMÉNEZ-MURIEL
14 DE MARZO DE 2009




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